dimecres, de febrer 13, 2013

Cómo preparo una clase de teatro

Como la semana que viene estaré en Valencia dando un curso para gente interesada en la pedagogía teatral, maestros, educadores sociales, etc. quiero compartir este pequeño artículo sobre cómo preparo el trabajo. Siempre sospechando que mi maestro, Jacques Lecoq, solamente escribió un libro de pedagogía después de más de cuarenta años de “prueba-ensayo-error” en su escuela de París: Le corps poetique (El cuerpo poético) y no lo hizo porque sí. Sino porque fue estructurando un viaje que ahora se sostiene pedagógicamente aunque lo enseñen otros. De hecho uno podría seguir sus clases en vídeo, en una pantalla gigante, y sus correcciones servirían a la gente que esté en la sala siguiendo la clase. Un ejemplo de ello es “la lección del árbol” donde empieza hablando de “calzarse” el suelo, de que los pies son como raíces que entran en la tierra (¡hay tantos actores que les cuesta colocar bien los pies en escena!) Para terminar hablando de que en un árbol descubriríamos el mundo (su obsesión por ir al cuerpo de las cosas mismas, no tanto a las ideas que tenemos de ellas) y de que su estudio nos puede servir para trabajar “Hamlet” como un héroe plantado, firme, alejado de ese tópico del príncipe pusilánime, dubitativo. Y yo, que soy más bien un profesor itinerante, porque voy donde me llaman para enseñar, sin una dedicación plena me atrevo a poner por escrito algunas ideas. O sea que perdonad el atrevimiento bloguero y digital.

Antes me angustiaba, (con cada compromiso serio en teatro me pasa como a Camarón de la Isla antes de actuar: la boca se seca, prefieres cualquier otra profesión a ésta, tierra trágame...) al tener que elegir los ejercicios para un curso. ¡Hay tantos! ¿Cuáles son los más necesarios en el tiempo lectivo que tengo? Me anotaba en una hoja todos los que había aprendido haciéndolos y buscaba un orden, una coherencia, un pequeño método: que resonasen entre ellos por la temática, que se fueran complicando como el más difícil todavía del circo, que la temática fuera clara, que fuéramos del juego a la representación. Cualquiera cosa que me tranquilizara y que justificara que estuvieran juntos en la misma sesión; evitaba el azar en la elección a toda costa. Ahora lo planteo de una forma diferente, escribo el curso entero, me lleva más tiempo, pero me divierto más, lo redacto como un relato, no me preocupa tanto qué ejercicios van a aparecer, me centro en que el relato sea lo más utópico posible, que se preocupe de ensanchar límites en el alumno o de descubrirlos. Me lo cuento a mí mismo e intento que  sea transformador. Si trabajamos la tragedia, hablaremos de fractura, de suelo que se desequilibra, de línea vertical que intenta mantenerse en pie entre el suelo y la tierra. ¿Porqué este cambio? Porque el trabajo sobre el actor corre el riesgo de quedarse en la mera búsqueda se sensaciones, mientras que lo que cuenta, como en los grandes relatos, es la sensación de destino, “¿quién soy, a dónde voy, de dónde vengo?”  serían las grandes preguntas. 


Si planteamos un curso como la historia de un actor que en realidad es un traductor de las ideas del autor, y lo escribimos entero, como un relato, como una crónica, los ejercicios más maduros y preparados para éste relato caerán en nuestras manos como fruta madura sin recoger. No solamente eso, sino que el sueño de Jacques Lecoq era que cada uno se inventase sus propios ejercicios. Así nosotros en el Diplomado de Teatro en la educación estos días he intentado defender varias ideas: que todo pasa por el cuerpo del actor, por eso empezamos las sesiones sin nada, sin objetos, sin materiales, nada más que nuestro cuerpo y sus diferentes posibilidades. Así actuar es hacer cuerpo con las cosas, en este caso los materiales, los objetos. Y más que "expresarnos" corporalmente, nos dejamos "impresionar" corporalmente y luego buscamos una forma que traduzca esta impresión. Así el trabajo con los materiales y los objetos sería un diálogo corporal sujeto/objeto donde unos hablan (las materias) y a otros les hacemos hablar pero alterando el orden sintáctico de la frase, violentándolos (un paraguas que hace de paracaídas, un sacacorchos haciendo equilibrio como un funambulista...) Éste es el pequeño relato que sujetó mis clases estos días, os animo a que cada cual escriba el suyo.

Jorge Picó, 13 febrero 2013.

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